7.- LA CREATIVIDAD SE
APRENDE IGUAL QUE SE APRENDE A LEER
Sir Ken Robinson, experto que
preconiza un sistema educativo que enseñe a innovar
"La creatividad se aprende
igual que se aprende a leer"
Un día visitando un cole vi a una niña de seis años
concentradísima dibujando. Le pregunté: "¿Qué dibujas?". Y me
contestó: "La cara de Dios".
¡. ..!
"Nadie sabe cómo es", observé. "Mejor - dijo ella sin dejar de
dibujar-, ahora lo sabrán".
Todo niño es un artista.
Porque todo niño cree ciegamente en su propio talento. La razón es que no
tienen ningún miedo a equivocarse... Hasta que el sistema les va enseñando poco
a poco que el error existe y que deben avergonzarse de él.
Los niños también se equivocan.
Si compara el dibujo de esa niña con la Capilla Sixtina, desde luego que sí,
pero si la deja dibujar a Dios a su manera, esa niña seguirá intentándolo. El
único error en un colegio es penalizar el riesgo creativo.
Los exámenes hacen exactamente eso.
No estoy en contra de los exámenes, pero sí de convertirlos en el
centro del sistema educativo y a las notas en su única finalidad. La niña que
dibujaba nos dio una lección: si no estás preparado para equivocarte, nunca
acertarás, sólo copiarás. No serás original.
¿Se puede medir la inteligencia?
La pregunta no es cuánta inteligencia, sino qué clase de inteligencia tienes.
La educación debería ayudarnos a todos a encontrar la nuestra y no limitarse a
encauzarnos hacia el mismo tipo de talento.
¿Cuál es ese tipo de talento?
Nuestro sistema educativo fue concebido para satisfacer las necesidades de la
industrialización: talento sólo para ser mano de obra disciplinada con
preparación técnica jerarquizada en distintos grados y funcionarios para servir
al Estado moderno.
La mano de obra aún es necesaria.
¡Pero la industrialización ya no existe! Estamos en otro modo de producción con
otros requerimientos, otras jerarquías. Ya no necesitamos millones de obreros y
técnicos con idénticas aptitudes, pero nuestro sistema los sigue formando. Así
aumenta el paro.
Pero se nos repite: ¡innovación!
La piden los mismos que la penalizan en sus organizaciones, universidades y
colegios. Hemos estigmatizado el riesgo y el error y, en cambio, incentivamos
la pasividad, el conformismo y la repetición
No hay nada más pasivo que una
clase.
¿Es usted profesor, verdad? Las clases son pasivas porque los incentivos para
estar calladito y tomar apuntes que repetirá son mayores que los de arriesgarse
a participar y tal vez meter la pata. Así que, tras 20 años de educación en
cinco niveles que consisten en formarnos para unas fábricas y oficinas que ya
no existen, nadie es innovador.
¿Cuáles son las consecuencias?
Que la mayoría de los ciudadanos malgastan su vida haciendo cosas que no les
interesan realmente, pero que creen que deben hacer para ser productivos y
aceptados. Sólo una pequeña minoría es feliz con su trabajo, y suelen ser
quienes desafiaron la imposición de mediocridad del sistema.
Tipos con suerte...
Son quienes se negaron a asumir el gran error anticreativo: creer que sólo unos
pocos superdotados tienen talento.
"Sé humilde: acepta que no te
tocó".
¡Falso! ¡Todos somos superdotados en algo! Se trata de descubrir en qué. Esa
debería ser la principal función de la educación. Hoy, en cambio, está enfocada
a clonar estudiantes. Y debería hacer lo contrario: descubrir qué es único en
cada uno de ellos.
¿La creatividad no viene en los genes?
Es puro método. Se aprende a ser creativo como se aprende a leer.
Se puede aprender creatividad incluso después de que el sistema nos la haya
hecho desaprender.
Por ejemplo...
Soy de Liverpool y conozco el instituto donde recibieron clases de música mi
amigo sir Paul McCartney y George Harrison... ¡Dios mío! ¡Ese profesor de
música tenía en su clase al 50 por ciento de los Beatles!
Y...
Nada. Absolutamente nada. McCartney me ha explicado que el tipo les ponía un
disco de música clásica y se iba a fumar al pasillo.
A pesar del colegio, fueron
genios.
A Elvis Presley no lo admitieron en el club de canto de su cole porque
"desafinaba". A mí, en cambio, un poliomielítico, me admitieron en el
consejo del Royal Ballet...
Ahí, sir, acertaron de pleno.
Allí conocí a alguien que había sido un fracaso escolar de ocho años. Incapaz
de estar sentada oyendo una explicación.
¿Una niña hiperactiva?
Aún no se había inventado eso, pero ya se habían inventado los psicólogos, así
que la llevaron a uno. Y era bueno: habló con ella a solas cinco minutos; le
dejó la radio puesta y fue a buscar a la madre a la sala de espera; juntos
espiaron lo que hacía la niña sola en el despacho y... ¡estaba bailando!
Pensando con los pies.
Es lo que le dijo el psicólogo a la madre y así empezó una carrera que llevó a
esa niña, Gillian Lynne, al Royal Ballet; a fundar su compañía y a crear la
coreografía de Cats o El fantasma de la ópera con Lloyd Webber.
Si hubiera hecho caso a sus notas, hoy
sería una frustrada.
Sería cualquier cosa, pero mediocre. La educación debe enfocarse a que
encontremos nuestro elemento: la zona donde convergen nuestras capacidades y
deseos con la realidad. Cuando la alcanzas, la música del universo resuena en
ti, una sensación a la que todos estamos llamados.
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