No es fácil ser
profesor. El padre del psicoanálisis, Sigmund Freud (1856-1939), incluía a la
educación en el rol de una de las profesiones imposibles. En el prefacio del
libro de August Aichhorn titulado La juventud desorientada, Freud
reflexiona:
No es de extrañar
(…) que haya surgido la expectativa de que el interés psicoanalítico en los
niños beneficiaría el trabajo de la educación, cuyo objetivo es orientarlos y
ayudarlos en su camino, guiándolos para que no se pierdan. (…) En un primer
momento, acepté el bon mot que establece la existencia de tres
profesiones imposibles –educar, curar y gobernar-, y yo ya estaba absolutamente
dedicado a la segunda de ellas. (FREUD, 1976, p. 341).
Las implicancias de
las reflexiones de Freud son muchas y escapan a los cometidos de este texto.
Sin embargo, una cosa es cierta: la tarea de educar no es para cualquiera.
Nuestros salones de clase suelen tener más alumnos de los que quisiéramos.
Muchas veces nuestros recursos didácticos son escasos. Más allá de estas limitaciones,
cada vez más nos vemos en la obligación de ayudar a nuestros alumnos a lograr
un buen desempeño en exámenes y evaluaciones formales dentro y fuera de las
instituciones educativas. Para nosotros, profesores de inglés, el mercado de
trabajo es la prueba final a
la que tendrán que someterse. ¿Cuántos de ellos serán aprobados?
¿Qué sabemos sobre el abordaje comunicativo?
El abordaje
comunicativo, objetivo de gran parte de los profesores de inglés, no hace
necesariamente que nuestra tarea de enseñar sea menos compleja. La mayoría de
nuestros alumnos están acostumbrados a pensar la educación de una manera
bastante asimétrica. El profesor manda. El alumno (si no quiere tener
problemas) obedece. Las clases extremadamente teóricas hacen que los alumnos
tengan una actitud de gran pasividad en relación al aprendizaje.
Llega entonces el
profesor de inglés y les pide que trabajen en pares o en pequeños grupos, de
modo de trabajar de la forma más inductiva posible. Hace muchas preguntas para
“extraer” de los alumnos los conceptos a ser abordados en dicha clase. Muchos
de los estudiantes no entienden exactamente por qué es que el profesor de
inglés pretende que ellos hagan tantas cosas en la clase. Sin explicar a sus
alumnos la naturaleza práctica (y no solo teórica) del aprendizaje de una
lengua extranjera, el profesor se encuentra en una posición radicalmente
diferente a la de los docentes de la mayoría de las otras disciplinas que
forman parte del curriculum escolar. El profesor de inglés se transforma en un
extraño en el nido, el más extraño entre todos los seres extraños que
decidieron ganarse la vida como docentes.
Si el docente pretende
dar toda la clase en inglés (el síndrome de “Speak in English, please”), se
transforma indudablemente en el más extraño de todos. Intentar crear un
microcosmos de un país de lengua inglesa en su salón de clase es el deseo de
todo profesor que enseña mediante el abordaje comunicativo. Para la mayoría de
los alumnos, nada podría ser más complicado: todo lo que podría hacerse rápida
y fácilmente en su idioma termina extendiéndose interminablemente porque al
profesor se le ocurre que solo se hable inglés en su clase. En esos momentos,
la tarea de controlar el uso de la lengua madre en las actividades en grupo y
en pares parece uno de nuestros mayores desafíos.
¿Qué hay por detrás del acto de comunicarse?
En ese momento,
empieza también una parte crucial del trabajo del profesor: el monitoreo de lo
que los estudiantes están produciendo lingüísticamente en esas tareas. Dicho
trabajo requiere de la capacidad de escuchar y seleccionar los ejemplos más
críticos de errores cometidos, así como los mejores ejemplos del uso correcto
del lenguaje, para analizarlo posteriormente junto con los alumnos. Si ese
tiempo es desperdiciado llamándole la atención a los alumnos para que hablen
inglés, dicho monitoreo estará comprometido. Infelizmente, ese trabajo es
fundamental para una metodología que: (a) predica el uso de la lengua
focalizada en el mensaje y no solamente en la forma en que el mensaje se
transmite; (b) parte de la suposición de que, en el acto de comunicarse, el
hablante no puede planear todo lo que va a decir. La comunicación implica
escuchar a mi interlocutor antes de decidir cuál será mi próxima intervención
en la conversación.
Ese es solamente uno
de los problemas con los que nos enfrentamos cuando pretendemos enseñar inglés
con el abordaje comunicativo. Comunicarse implica tener algo que decir.
Comunicarse implica personalizar la enseñanza: lo que yo tengo para decir puede
no tener nada que ver con lo que pasa por la cabeza de mi mejor amigo, por
ejemplo.
El abordaje
comunicativo va más allá: el alumno lleva consigo a la clase su conocimiento
del mundo. El profesor recibe calurosamente la posibilidad de “trabajar” sobre
ese conocimiento. Por ejemplo: la gran mayoría de los textos que utilizamos en
clase tiene como base la noción de que, sin el conocimiento del mundo del
alumno, su comprensión no se dará de forma satisfactoria. De ese punto de
vista, leer no es sinónimo de decodificar la forma escrita. Leer un texto
significa leer el mundo. Un mundo que se actualiza constantemente. El profesor
de inglés también debe ser el profesor de Geografía, de Historia, de Ciencias:
cada tema que trae a la clase se aborda del punto de vista del contenido
implícito y explícito y del punto de vista lingüístico. El docente de inglés
debe ocuparse de ambos.
Es principalmente de
Internet –herramienta que transformó nuestras vidas de muchas maneras–de donde
proviene gran parte del conocimiento compartido en el salón de clase. También
es una excelente metáfora para la necesidad de actualización permanente del
profesor. Ese repositorio infinito de información es, en última instancia, el
parámetro para los temas que podrían abordarse en las clases de inglés: de todo
un poco.
La necesidad de
cambios y adaptación es inherente al proceso educativo. Carl Rogers
(1902-1987), exponente de la Psicología Humanística en Estados Unidos, lo
define de esta manera:
El único hombre
verdaderamente educado es el hombre que aprendió a adaptarse y a cambiar. El
hombre que se da cuenta de que ningún conocimiento es seguro. El hombre que
entiende que la base de la seguridad parte solamente del proceso de buscar el
conocimiento. (ROGERS, 1969, p. 104).
Para el profesor, la
necesidad de actualización permanente no termina ahí. Nuestro instrumento de
trabajo –una lengua extranjera– es un instrumento vivo. Como tal, cambia y se
transforma minuto a minuto. Cabe a los profesores de idiomas estar al día con
los diversos cambios lingüísticos a los cuales están sujetos las lenguas vivas.
El inglés tiene un status especial
dentro de esas lenguas. El hecho de ser elegido como el idioma que hablantes de
diferentes lenguas extranjeras usan para comunicarse (lengua franca) lo hace
inmediatamente más susceptible a los cambios. Antes enseñábamos inglés
americano o británico. Actualmente, ¿qué variedad lingüística privilegiaremos
en nuestras clases? Independientemente de la respuesta que demos a esa
pregunta, una cosa es cierta: nunca antes fue tan apremiante la necesidad de
que el docente de inglés conozca en profundidad la naturaleza lingüística y
sociocultural de la lengua que enseña.
¿Qué aprendemos del abordaje socio constructivista
aplicado a la enseñanza?
El abordaje
comunicativo aplicado a la enseñanza de idiomas parte del presupuesto de que la
comunicación se da entre dos o más individuos y que siempre hay algo personal a
comunicar.
Es necesario que intercambiemos. Por lo tanto, el salón
de clase comunicativo es un proceso de cocreación entre el profesor y los
alumnos. Dicho proceso nunca es sencillo. No es fácil, por ejemplo, negociar
con nuestros alumnos un contenido programático que contemple tanto sus
necesidades como aprendices de una lengua extranjera (=needs) como sus intereses (=wants).
Tampoco es fácil
trabajar en la intersección entre lo que el alumno ya sabe y el lugar al cual
precisa llegar: estamos hablando del desarrollo real del alumno, de su desarrollo potencial y
de la necesidad de que trabajemos dentro de la denominada zona de desarrollo próximo. Esos tres
términos fueron acuñados por el investigador ruso Lev S. Vygotsky (1896-1934),
autor cuyas ideas fueron ampliamente difundidas en Brasil durante los últimos
quince años. La visión socio constructivista de Vygotsky es válida, pero, a mi
modo de ver, difícil de implementar. Solamente profesores con mucha experiencia
logran aplicarla. Los años de práctica y el monitoreo constante del proceso
enseñanza-aprendizaje le dan al profesor esa capacidad de percibir cuándo y
hasta qué punto el alumno puede ser desafiado con el objetivo de aprender más.
Tarea difícil, aún para dichos docentes.
Paulo Freire
(1921-1997), el educador brasileño más importante, refractario a la llamadaeducación bancaria (=educar
para la pasividad), presentaba la posibilidad de asustarse ante la
realidad como una de las condiciones para la construcción del
pensamiento. Asustarse: el profesor necesita rescatar esa capacidad en sus
alumnos, pero, antes de poder hacerlo, necesita rescatar esa capacidad en sí
mismo. Sin embargo, la educación aún está muy apoyada en la posibilidad de
discernir si algo es “correcto” o “equivocado”. El sistema de evaluación está a
la vista y no nos deja mentir. Este es otro desafío para el profesor de inglés:
¿cómo evaluar el conocimiento adquirido por nuestros alumnos de manera
comunicativa? Muchos de nosotros enseñamos comunicativamente pero evaluamos de
forma tradicional. Esta es una más de las idiosincrasias de nuestro sistema
educativo.
¿Cómo rescatar la capacidad de admirar lo inusual en el salón de clase?
Como soy profesor de
lengua extranjera, siempre termino apoyándome
en la etimología del verbo extrañar (del latín extraneus -
extranjero, que viene de afuera): mirar con ojos renovados, una mirada de
extranjero. Esto me permite ser más auténtico con mis alumnos. (Autenticidad:
otro de los términos muy utilizados por los profesores de idiomas al referirse,
por ejemplo, al material que utilizan, supuestamente material “auténtico”.) Una
mirada extranjera me permite observar más, buscar, de manera gradual, entender
el porqué de las diferencias, y, si es posible, llegar a un consenso –sin
necesariamente hacer valer siempre mi opinión, y a su vez sin menospreciar mi
propio valor ante el mundo.
Nuestros alumnos no
son conscientes de lo difícil que es enseñar una lengua mediante un abordaje
comunicativo. Para que podamos entender mejor ese mundo de la comunicación,
nuestro punto de partida siempre debería ser el deseo de saber más. Mirado de
ese punto de vista, nosotros, como docentes de idiomas, contamos con una gran
ventaja en relación a muchos profesionales de otras carreras. Nosotros elegimos
ser profesores. El gran deseo de saber es inherente a nuestra condición de
“profesores-eternos-aprendices”.
El profesor que
acepta el desafío propuesto se transforma inevitablemente en un profesor / ser
humano más creativo. Se transforma en una persona más fluida, no necesariamente
en el sentido estricto del término, sino en su habilidad de intercambiar y
generar ideas. Es más original, por ejemplo, al imitar a los alumnos que le dan
un toque “inglés” a las palabras en su propia lengua –en muchas de las etapas
de su inter lengua– dándole un poco de humor a su tarea.
Para profundizar
este viaje al mundo de la creatividad, debemos desarrollar algunas
características personales. La primera de ellas es la curiosidad. Los
buenos profesores de inglés muestran gran curiosidad cada vez que se encuentran
con alguna expresión o término nuevo. Es así como elevamos nuestro nivel
lingüístico: exponiéndonos constantemente al idioma que decidimos enseñar.
Actualmente todos somos “profesores-
multitarea”; haciendo de todo un poco (o
de todo mucho). El peligro de esto es olvidarnos de que, antes que cualquier
otra cosa, somos principalmente profesores de inglés. La curiosidad en relación
al idioma que enseñamos sigue siendo la mejor manera de mantenernos en el
mercado de trabajo.
También sabemos lo
importante que es el conocimiento pedagógico. Sin embargo, ningún libro nos puede
enseñar a lidiar con todas las situaciones con las que nos enfrentamos todos
los días. Necesitamos desarrollar nuestra intuición, o sea, nuestra capacidad de sentir qué es
apropiado en cada contexto y actuar en base a eso, aunque no sepamosexactamente, lógicamente, como proceder. En otras
palabras, aceptamos lo que nos viene de adentro como lo mejor que podemos hacer
en cierto momento – sin cuestionamientos.
¿Qué ganamos con la reflexión?
Esa falta de certeza
inicial posteriormente es reforzada por el proceso de reflexión. El
salón de clase es escenario de algunas acciones planeadas (nuestro plan de
clase) y otras co construidas con los alumnos. Para comprenderlo mejor, es
fundamental que experimentemos un proceso de reflexión sobre la clase en
sí: el profesor es un ser reflexivo. La práctica reflexiva, normalmente
asociada a la práctica educativa intermediada por investigadores externos, actualmente
ha adquirido un tono de auto reflexión. El profesor se transforma en
investigador de su propia práctica. La investigación abocada al salón de clase
pasa a ser menos académica y más democrática, revalorizando al docente que
posee estas características. En Brasil, la llamada Práctica Exploratoria (EP es
la abreviatura en inglés) es un buen ejemplo de que eso es posible.
Al profundizar la
reflexión, desarrollamos una capacidad especial de evaluación basada en
criterios internos que a su vez son reforzados por criterios diversos
impregnados por lo autores que leemos, los cursos que hicimos, y lo que experimentamos
en nuestras clases; pero que, de alguna forma, va más allá de todo eso.
¿Estamos
prontos para arriesgarnos?
La teoría
comunicativa trata otros dos conceptos muy útiles a la hora de transformarnos
en profesores creativos: nuestra tolerancia a la ambigüedad y nuestra capacidad
de correr riesgos. Del punto de vista puramente lingüístico, estamos hablando
de: (a) la posibilidad de que nuestros alumnos acepten la ambigüedad inherente
a las elecciones lingüísticas de los hablantes de una lengua extranjera
–elecciones que no siempre coinciden con las nuestras; (b) la posibilidad de
comunicarse en lengua extranjera tomando en cuenta nuestro conocimiento
limitado de la lengua.
Del punto de vista
psicológico y humano, estamos yendo más allá. Necesitamos aceptar la ambigüedad
inherente a la propia existencia. Necesitamos aceptar que sabemos muy poco
sobre el proceso de aprendizaje en general, y el de una lengua extranjera en
particular. Como profesor, no pretendo saber todo siempre. Puedo aprender de
mis errores. Así sean
calculados, puedo (y debo) correr riesgos.
Es entonces que
llega el momento de entrar a la clase. Cuando todo lo anteriormente mencionado
ocurre, se da lo que el psicólogo húngaro radicado en Estados Unidos, Mihaly
Csikszentmihalyi (1934-) denomina flow: un encuentro profesor-alumnos
en el que la interacción fluye. No hay nada como escuchar a un alumno que diga,
al final de la clase: “¿Cómo? ¿Ya terminó la clase?” Si ese sentimiento
es compartido por otros alumnos del grupo, ¡felicitaciones!; tú eres un
profesor creativo.
La neurociencia
aplicada a la educación parece corroborar muchas de las cosas que describo en
este texto. 3 Hemos aprendido enormemente gracias al trabajo de científicos
cuyo objeto de estudio es el cerebro humano. Con las denominadas técnicas de
mapeo cerebral (tomografía, resonancia magnética), podemos ser mucho más
precisos en nuestras especulaciones sobre las mejores maneras de aprender. Para
nosotros, docentes, este es un campo nuevo de interés que probablemente, a
mediano plazo, transformará el rumbo de la educación como un todo; o quizás,
quién sabe, hasta del mundo.
Consideraciones finales
Reciclando: todo lo
que expuse previamente, grosso modo, se refiere a algunos de nuestros
conflictos, o, de acuerdo a como encaremos estos temas, a algunos de nuestrosdesafíos. El
proceso de enseñanza, así como la vida, no es lineal. Pasamos por altibajos.
Comunicar, así como enseñar, también presenta contratiempos. Decidir ser
profesor de inglés significa, en última instancia, querer ocuparse de esos
asuntos. Para poder hacerlo, tenemos que descubrir nuestros talentos e
incorporarlos a nuestro trabajo en clase lo más rápido posible.
Hace ya más de
veinte años que soy docente de inglés. Ha pasado mucha agua bajo el puente
que me une a mis ex alumnos. Del punto de vista de la enseñanza, muchas cosas
cambiaron y muchas permanecen incambiadas. De una cosa estoy seguro: el proceso
siempre es cíclico. Cuando menos lo esperas, algo que se había ido vuelve.
Actualmente, cuando
pienso en el salón de clase, vislumbro un mundo en el cual la meta de muchos de
mis alumnos es navegar (en internet, otra vez). Para mí, lo importante es enseñar.